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Me aburren tremendamente las constantes noticias sobre Bancos y Cajas de Ahorros, tan solventes hace dos años, tan manifiestamente sanas hace unos meses, y tan «presuntamente» insolventes hoy. Me aburren y me indignan las declaraciones de unos y otros sobre su excelente estado hoy, y sobre su pésima situación mañana. Me cansa que cada día aparezcan en prensa una docena de artículos sobre el sector financiero, porque ya todos carecen de credibilidad: unos, porque quienes los escriben parecen ignorar de lo que hablan; y otros porque tengo la sensación de que únicamente pretenden correr una cortina de tapadillo sobre la verdadera situación del sector.

En el sector financiero hay entidades que están regular y entidades que están mal, pero ninguna está en un momento excelente. Y no lo están porque, de ser así, nos encontraríamos ante el único nicho de nuestra economía que no habría sido tocado por la vara de la crisis. Y eso, hoy en día, constituye un imposible. Ninguna entidad, ni los intocables Santander, BBVA o Caixa, las tienen todas consigo. Evidentemente, el incremento de los índices de morosidad ha derribado todas las políticas y estrategias de crecimiento de las entidades financieras; y el estrechamiento de los márgenes del sector bancario, como en todos los sectores, hace más complicado su desarrollo.

No es momento para analizar las razones de la situación, puesto que ya ha habido suficientes opiniones al respecto. Es momento para aportar soluciones. La imposición del Banco de España para lograr entidades con una mayor dimensión, injusta en algunos casos, busca únicamente crear grupos que respondan mejor al aumento de la morosidad y a la disminución de los indicados márgenes de su negocio. Es una solución comprensible, pero que no descubre nada nuevo. Las empresas grandes, bien dimensionadas, con una reestructuración correcta de sus costes, harán frente de manera más adecuada a los empujones de esta crisis que nos ha tocado vivir.

Quizás la única diferencia resida en la forma en la que se está llevando a cabo, por medio de integraciones salvajes, quieras o no quieras, que no atienden al criterio ortodoxo de una unión empresarial, y que se están llevando a cabo de modo excesivamente rápido, a mi gusto. Consecuencia de ello, y de las luchas de poder, son las increíbles situaciones que se viven en los últimos tiempos. Grupos como Banco Base, con Cam y Cajastur a la cabeza, que parece que rompen la baraja; sips como Banca Cívica, que parecían ya sólidos, admiten a nuevos integrantes, con la dificultad que supone incorporar a nuevos partenaires, con culturas empresariales distintas; o entidades como Unicaja, que va de una casa a otra buscando novia con la que convivir a partir de ahora( parece ser que el último intento con Caja Duero-España, va a ser el definitivo), nos dan ejemplos del maremagnum de situaciones inexplicables que se están produciendo.

Pues bien, toda esta serie de movimientos, a mi entender precipitados, se llevan a cabo, parece ser, únicamente porque el patrón del barco, el inefable MAFO, ha tomado la decisión de cambiar el mapa. Lo que no tiene ninguna explicación es que hace un año todo nuestro sistema financiero era el mejor de Europa, con mucha diferencia, y al que no afectaban las turbulencias de la crisis. Meses después, con los primeros tests de estrés, sólo había dos o tres entidades en una situación complicada; ya entonces empezaron a solicitar ayudas del FROB indiscriminadamente. Y ahora, en marzo de 2011, todas las entidades están buscando la fórmula sagrada para recapitalizares: nuevas ayudas del Frob, salidas a Bolsa, entrada de inversores extranjeros.

Mucho me temo que nos han engañado, y lo peor es que ahora los informes del Banco de España (no digamos los de Moodys y similares) han perdido toda credibilidad. O bien la situación real de las entidades financieras no era buena cuando así lo anunciaban a bombo y platillo; o bien ahora no es tan mala como nos cuentan. Creo que me voy a quedar con la primera opción, pero en todo caso, no es sano que paguen justos con pecadores, porque hay entidades en una satisfactoria situación que están recibiendo también las críticas generales, a pesar de haber hecho en su día bien las cosas; o no tan mal como los demás. Por ejemplo, las cajas aragonesas, de las que tanto en negro se dijo, y de las que tan poco se habla ahora.

Como decía antes, a mí me cansa tanta escenificación. Parece que el mundo empresarial se reduce al sector financiero y a los cuarenta y cuatro grandes invitados a La Moncloa, cuando en realidad este país, y todos, se mueve a través de las pymes, de los autónomos, de los emprendedores. No de esos monstruos que sólo se giran para limpiar sus engranajes y mejorar su cuenta de resultados, cuando ya no ganan tanto como ganaban.

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