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Hace ya mucho tiempo, cuando yo era tan solo un proyecto de lo que ahora soy, y mi tiempo se repartía básicamente entre aprender y descubrir, tuve la suerte de cruzarme en el camino con grandes maestros, que dejaron un serio poso en mi inquieto desarrollo profesional. Uno de ellos fue Carlos Carnicer, insigne letrado que durante varios años ha representado con dedicación absoluta a todos los abogados del país, al frente del Consejo General de la Abogacía. En aquellas clases de la Escuela de Práctica Jurídica, nos transmitió un profundo amor por la profesión, dándonos consejos que entonces, y ahora, me parecen realmente interesantes. Uno de los aforismos que recuerdo con más nitidez, y que empleo y repito habitualmente por la sabiduría que encierra, es el que da título a este post: «Quien solo sabe Derecho, ni Derecho sabe«.

Nuestra profesión ha estado siempre, y está ahora más que nunca, sembrada de dificultades técnicas, de cambiantes criterios jurisprudenciales, de constantes modificaciones legislativas y de una competencia desbordante. Pero si algo tengo claro en todos estos años de ejercicio es que el conocimiento jurídico, la preparación técnica y el constante esfuerzo no son suficientes en este mutante período en el que nos encontramos.

Conocer de otras disciplinas es una condición indispensable para desarrollar con criterio la función que nuestro cliente nos tiene encomendada. En el área del Derecho de los Negocios, o del Derecho de Empresa, no es suficiente con trabajar y aplicar la normativa mercantil, laboral o tributaria. Es preciso, entender el funcionamiento interno de una compañía; tener nociones de marketing, de recursos humanos, de finanzas, de desarrollo de negocio o de gobierno corporativo. Es necesario aportar un plus a nuestra oferta, transmitir al directivo que conoces su sector, que hablas, en fin, su mismo idioma. Que vas a entender las motivaciones de una política de reducción de personal porque eres capaz de asumir el porqué de la aplicación de un ajuste en los costes de producción. Que la fusión que desea llevar a cabo está enmarcada dentro de una estrategia más amplia de desarrollo de negocio, al margen del nacimiento de determinadas sinergias que ayudarán al crecimiento exponencial de la compañía. O que la compra de un negocio en funcionamiento va más allá del mero impacto en la cuenta de resultados. Poder transmitir esa sensación de comprensión al empresario hace nacer un vínculo de confianza entre ambos, y disponer de estos conocimientos añadidos permite ofrecer mejores soluciones globales a nuestros clientes.

Pero no solo en el área del Derecho de los Negocios es aplicable el aforismo. Estemos embarcados en el asunto que estemos, necesitamos saber, para ofrecer respuestas adecuadas. Debemos conocer las costumbres de la zona en un asunto de servidumbres; debemos tener ciertos conocimientos en la esfera médica cuando trabajamos un accidente de tráfico; o poder hablar con criterio cuando en un procedimiento por arrendamientos rústicos tenemos que expresarnos sobre los ciclos productivos de la alfalfa. No hablemos ya de las nuevas tecnologías, donde solo la certeza de conocerlas, permite sin lugar a dudas un resultado óptimo.

Quien solo sabe Derecho, ni Derecho sabe me resulta una frase absolutamente real. Nuestro trabajo, emocionante como no hay otro, requiere de unos conocimientos mínimos en otras materias que nos hacen mejores profesionales y cuya carencia nos haría mediocres e incompletos abogados. Venga entonces el estudio de lo nuevo, la atracción por lo diferente, y la pasión por el aprendizaje, porque nos van a ayudar a nuestro crecimiento profesional.

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