En la línea del artículo de 5 de abril, donde sugería la necesidad de cambiar radicalmente la concepción de los despachos profesionales ante la evidente transformación de la sociedad, motivada fundamentalmente por el abrumador crecimiento de las nuevas tecnologías, leo hoy en el blog de Pérez Partners un post relacionado con el mismo asunto, titulado «Abogados del 2020 (y del 2011)». Copio literalmente una frase que suscribo íntegramente y que es la esencia de esta reflexión: «La prestación de servicios jurídicos va a necesitar gestionar proyectos, necesita adaptarse a lo que los clientes quieren, profesionalizar su gestión y marketing, y no dar la espalda a las nuevas formas de comunicación entre las personas a través de las redes sociales«
Esta afirmación es aplicable a despachos de abogados, asesores, consultores y, en el fondo, a todo aquél que lleve a cabo la prestación de cualquier tipo de actividad profesional en la que se trate directamente con personas y, sobre todo, con empresas. Porque la sociedad está cambiando. Como oí no hace mucho, «no estamos ante una época de cambio, sino ante un cambio de época«. Y no es suficiente con que lo reconozcamos o lo asumamos. Es preciso además, que nos transformemos y nos reinventemos. De lo contrario, como todo negocio hoy, estamos abocados al sufrimiento y a la desaparición.