En el día de ayer saltó la noticia del nuevo fichaje estrella de Telefónica. Las ilustres cabezas pensantes de la compañía decidieron contratar, como premio a sus conocimientos y a su calidad profesional, a un caballero que ha sido incluido recientemente entre los cinco peores directivos del mundo. Estupenda elección, sí señor. Cada uno en su casa hace lo que quiere, por supuesto, pero Telefónica lleva un camino ejemplar últimamente: Zaplana, Urdangarín, y ahora, como colofón, Rodrigo Rato.
Rodrigo Rato ha protagonizado en los últimos años una parte importante de la política nacional e internacional: fue desde 2004 a 2007 el Director Gerente del FMI que no sólo no vio venir la crisis sino que con su actuación ayudó a su nacimiento. El propio FMI elaboró un informe demoledor sobre la etapa en la que dirigió dicho organismo, que lo puso a los pies de los caballos.
Tras su salida precipitada del Fondo, cuando la crisis ya asomaba la nariz entre nosotros, a finales de 2007, el Sr. Rato recibió en reconocimiento por su estupenda labor, el buque insignia del PP en aquellos momentos: Bankia, un trasatlántico, que el bueno de Rodrigo convirtió en Titanic al poco de coger el timón. Salió nuevamente por piernas, de la noche a la mañana, no se sabe si porque ignoraba cómo arreglar el desaguisado o porque le iban a sacar de ahí con lejía en cualquier momento. Lo cierto es que el bueno de Rato, dejó tirados a impositores e inversores y se marchó a su casa…unos meses; se escondió de todo el mundo, no dio la cara, desapareció de la escena pública, y no volvió a aparecer hasta que el Juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu le llamó a declarar en condición de imputado por la querella interpuesta por UPyD.
Pero no pasa nada, ya saldremos del paso, debió pensar don Rodrigo. Como mis amigos me deben infinidad de favores, ya encontraré algo rápidamente. Dicho y hecho. Unas llamadas de teléfono, unas conversaciones alrededor de una buena mesa, varios vinos después y algún toque para recordar lo que me debéis y todo lo que tengo que callar, y alehop! Telefónica, la empresa posiblemente más importante del país, tenía unos euritos dispuestos para ser asignados a don Rodrigo, que dada su influencia parece que se trata más de un rey astur que de un simple político.
Lo lamentable de la situación es que estos enjuagues políticos se produzcan en España en estos momentos, en los que la mayoría de los ciudadanos están atravesando graves dificultades y en los que las empresas de nuestro país, la gran mayoría de las pequeñas y medianas empresas, se encuentran al borde del abismo, a pesar de haber actuado profesional y honradamente durante muchos años. Y, sin embargo, observan con estupefacción, cómo quienes han obrado de forma irregular o, al menos, han formado parte del problema, no sólo se van de rositas sino que continúan su carrera profesional recibiendo palmaditas en la espalda, y retribuciones millonarias (sólo por ser ex-Director Gerente del FMI, la prensa informa que percibe una pensión de 36.000 €). ¿Cómo puede entenderlo quien se ha quedado en el paro porque la empresa donde trabajaba ha cerrado, o el empresario que ni siquiera puede recibir prestación por desempleo y ha perdido su vivienda tras años de luchar contra el tsunami de la crisis? No lo pueden comprender, sencillamente porque es incomprensible. E indignante. Por cierto, Telefónica fue privatizada en 1997 durante la etapa de Rato en el Ministerio de Economía. ¿Será este fichaje la devolución de algún favor debido? Siento asco.
Desde el punto de vista jurídico, la contratación de Rato es perfectamente legal. Desde el punto de vista ético, no aguanta el más mínimo «test de estrés»: una persona imputada, co-responsable de la situación económica, designado entre los cinco peores directivos de 2012, y cuya capacitación profesional para asesorar a una empresa de telefonía es la misma que la de un niño para dirigir un laboratorio médico, sólo puede entenderse desde el prisma de la devolución de favores, o desde la óptica de las relaciones personales que este señor puede aportar para obtener contratos en el exterior (o en el interior), contratos que si necesitan de su intervención es porque su firma no tiene nada que ver con el desarrollo técnico o tecnológico que aporta la compañía, sino con los líos políticos que enlazan las relaciones entre los países y que, no lo olvidemos, son el germen de lo que nos está ocurriendo. La ética en los negocios, esa interesante asignatura que imparten las escuelas de negocios modernas, y de la que tanto se les llena la boca a los grandes empresarios de este país cuando tienen que salir a la palestra, ha quedado relegada en esta ocasión nuevamente en favor de las conveniencias económicas y de las amistades peligrosas.
Va a ser difícil la salida de esta crisis. Pero saldremos, y la salida llegará sólo de la mano de los ciudadanos y de los empresarios honestos de este país, que son la gran mayoría, porque gracias a esta caterva de señoritos (éstos y los otros, no lo dude nadie) y de este perfil de personajes sin escrúpulos no conseguiremos nada. La ayuda no vendrá de ellos sino de nuestro esfuerzo y sacrificio. Ellos no van a cambiar, salvo que la sociedad les relegue al descrédito y a la desconfianza.
La semana próxima nadie recordará la noticia, porque el convulso día a día nos traerá novedades más lamentables, pero lo de Rato y Telefónica es de aurora boreal, es la constatación de que todo sigue igual, y de que los de arriba seguirán así mucho tiempo, a no ser que nos neguemos a admitir estas conductas y las reprobemos expresamente, todos a una.
Se puede decir más alto pero no más claro. Comparto totalmente tu opinión pero, lamentáblemente, mañana la gente, acuciada por sus muchos problemas, dejará de lado esta noticia. Lamentable país y lo peor es que no lleva camino de arreglarse en este sentido -la corrupción y los corruptos- ni en otros igual de terribles.
Sí, pero al menos que quede patente nuestro rechazo a estas prácticas inmorales de amiguismo y confabulación. Muchas gracias por el comentario